martes, 18 de noviembre de 2014

Terapias particulares

He tardado más tiempo en volver del que me hubiera gustado. Y probablemente tarde de nuevo en seguir.

Pero hoy escribir me supone una cuestión de necesidad.
Cuando las cosas van mal, tienes que encontrar esa vía de escape que solo tú sabes que funciona. Que te empuja fuera de la cama a echar otro día.
A veces esa "motivación" puede no ser la más deseada. Por eso hay personas que compran ropa y otras que beben más de la cuenta. En mi caso, gracias a Dios, es la lectura, y la escritura. Aunque reconozco que una copa de Ribera también me ayuda! Pero menos mal que no tanto...

¿Qué hacer cuando te asfixian situaciones que no puedes solucionar? En este último mes han caído cuatro libros y voy por el quinto. Si no leyera probablemente trataría peor a quienes me rodean. La cuestión es que "la racha" pase con los menos percances posibles.

Mi vasquito particular, lo vive de otra manera. Ya sabéis que los hombres son más prácticos a la hora de solucionar problemas... O eso creen. Luego, cuando yo ya esté medio recuperada, me tocará ayudarle a él a entenderse.
De momento va todo el día renegando de Pusk y Thai, pensando que ellos tienen la culpa de todos sus problemas. Pusk y Thai son nuestros peludos hijos. Nuestros gatos.
Pusk en realidad se llamaba Nala, es una chica. Pero el vasquito un día empezó a llamarla Pusk (pese a que yo le dijera que sonaba a prostituta en algún idioma nórdico) y ella responde siempre a eso. Y Thai es mi siamés gordito y pegajoso. Vive obsesionado conmigo y todo lo que me rodee que no sea él mismo le supone un desafío. Incluidos su padre y su hermana.
Como podéis notar, los gatos también me resultan una terapia, y sí: tengo mi punto felino-friki, y soy feliz con ello.

Así que señores, les animo a que encuentren esa terapia (inocua) que les ayude a superar los obstáculos, y que se aferren a ella sin complejos hasta que la racha pase. Después ya seremos personas un poquito más normales.